jueves, 29 de agosto de 2013

Una mirada de cristal

Por Kristel Ralston

Si en algún momento he leído un buen ensayo, que haya quedado plasmado en mi memoria irrevocablemente, es "Amor en Stendhal" de José Ortega y Gasset. Entre las diversas reflexiones expuestas (compilación de las relaciones amorosas y eróticas del autor del clásico Rojo y Negro), la que más me llamó la atención fue la teoría de la cristalización.

Precisamente me sorprendió tanto el hecho de que han pasado varias décadas desde su publicación, y vivimos en el Siglo de la Información, pero el fondo no ha cambiado. En esta teoría se explica, mediante una analogía con una rama y gotas de rocío, que lo que llamamos amor, inicia con un proceso en el que el objeto de nuestro interés, está revestido de cualidades absolutamente celestiales. Y qué sucede cuando esas gotas de rocío, que parecen cristales, desaparecen una vez ha llegado el sol, deshaciéndolas.

Ojos hermosos, piel de alabastro, una prodigiosa inteligencia, sentido del humor, y por qué no, un corazón tan noble y puro como ningún otro. Absolutamente un disparate, cuando meses después, es factible darse cuenta que los ojos sí, eran hermosos; pero luego son solo bonitos; la piel se cuida bien, pero no es nada extraordinario, y así podría continuar en esa tónica. 

La elevada categoría inicial que se le otorga a una persona "objeto de nuestros deseos" es un auto-engaño, tan peligroso, que al final solo incrementa el desasosiego. ¿Es posible evitar "cristalizar" entonces la expectativa con una persona con la que sentimos atracción platónica?

Yo creo que no. De hacerlo, solamente veríamos un amigo; o una amiga, mas no un amor platónico. La "cristalización", tiene la característica (reflexión más que personal) de convertir una admiración común, en una extraordinaria.

Al final el ser humano puede cambiar de entorno; arquitectura; país; idioma; apariencia; ideología, etc. Pero jamás podrá modificar la naturaleza impulsiva que lo mueve y lleva a iniciar el proceso del amor, y perderse en ese extraño mundo que tanta alegría como desgracia puede crear. 

El hecho de saber que el amor nos toma tan de sorpresa, y que el inconsciente seduce las emociones, es motivo más que suficiente para incitar a trabajar más el lado analítico de nuestro cerebro. No es dejar de ver, ni de sentir; es hacerlo de tal manera, que no nos auto-engañemos, cristalizando el carbón.


Se avecinan sorpresas fantásticas en mi columna VARIEDADES las próximas semanas. Ya iré dejando algunas pistas...

Cheers.

K.R.

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