La mujer del atrio habló:

-Vive sin miedo a la vida, solías decir.  Vive como si fuera el último día.  Y lo hicimos.  Nos comimos el mundo.  Vivimos y nos amamos fanáticamente sin miedo a nada, ni a la muerte que hoy nos separa.  Como todo en la vida nuestro amor cambio pero no se agotó.  Los amores como el nuestro no se agotan son el combustible del mundo. – Su voz se quebró -  Como extraño el sonido de tu voz, las pequeñas arrugas bajo tus ojos cuando reías, tus manos tiernas y callosas sobre mi espalda, tu peso sobre mi cuerpo. – Calló, respiro profundo y continuo -  He cerrado definitivamente nuestra casa.  ¿Cómo podría vivir allí sin ti?  En ella perduraran indelebles los recuerdos de este amor que no puede morir, que se niega insistentemente a morir.  No sé si hay otra vida pero espérame camarada, amigo y amante.

Cuando abrió los ojos la mañana se colaba en la habitación a través de las rendijas de la persiana, revelando lo que tanto había temido. Estaba sola en un extremo de la cama con un brazo extendido sobre el otro lado, como si hubiera tratado de retenerle en sueños. Pero él se había ido. Hundió la cabeza en las sábanas, aspirando el inconfundible aroma masculino que todavía conservaban, buscando el calor de su cuerpo que ya se había desvanecido. Se incorporó sobre el colchón y contempló su reflejo en el espejo de la cómoda. Verse tan diminuta, encogida y semidesnuda en la penumbra del dormitorio, sólo lo hizo todo más real. Tuvo que llevarse la mano a la boca para controlar los temblores de su mandíbula, y por mucho que parpadeó no consiguió evitar que sus pestañas se humedecieran. Algo le decía que esta vez él no iba a regresar.

Como deja ver la noche, ya arropada de estrellas, cuando el sol se oculta.
Tonos que definían los cuerpos, qué entre sus manos sujetaban los vidrios moldeados, que contenían cada sorbo llevado a su boca !calmadamente!, para disfrutar del ocaso, sin apresurar la noche.
Rostros con sonrisas a flor de labios, risas melancólicas, ¡en fin! Mentes y cuerpos con sensaciones entremezcladas alegrías, tristezas !claras o sin definir¡
Desconocidos, que sin mezclar sus sentimientos, se obsequiaban rostros de beneplácito.
¡Solo, para finalmente pasarla bien!
Dentro del marco del lugar !dos seres¡ extasiados con la placida melodía, desplazados en el aire, percibieron una invitación al roce de sus cuerpos. Entre notas musicales, danzaban en un baile imperceptible.
¡Sin darse cuenta, ellos se acercaban cada vez más, dejándose llevar!
Resistiéndose a ese deseo desbocado,  que su tacto no se negó a experimentar, recorrieron el contorno
de sus cuerpos. ¡Entre el claro-obscuro de la noche! ................      

Continúa en cada libre imaginación.

Porque tu amor era único, insufrible, inenarrable, inmenso. Así me sentí al conocerte, subyugado, enamorado, apabullado. Eras tú, el centro y el porqué, el todo y la nada. Tú, siempre tú, antes y después, convirtiendo cada instante en algo eterno.

Luego, sin un aviso ni una sola palabra te marchaste, dejándome lleno de recuerdos como llagas, el alma incinerada de ansias, caricias y desvelos. Te fuiste y el dolor era tan intenso que dejó de doler. Incluso en la ausencia, seguías siendo todo y nada, el centro y el porqué.

Y comprendí que había sido afortunado, que incluso en las lágrimas permanecías a mi lado. Que no te tenía pero que en cada inspiración, respirabas junto a mi, dentro de mi. Entonces fui capaz de levantarme y mirar al futuro y pensarte, sabiendo que los dos tuvimos fue como tenía que ser. Ya no estás amado, pero sigues siendo eterno.

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