
“No consulte a su temor, sino a sus esperanzas y sueños. No piense acerca de sus frustraciones, sino sobre su potencial.”
Juan XXIII
No, no. No hablo de que las letras vayan a cobrar vida y comiencen a 
atacarnos. Hablo de un temor interno. Algo que particularmente me agobia
 cada vez que escribo, incluso ahora. 
Mi mayor temor (y creo que 
es el de muchas) es que al leer lo que escribimos, nuestros lectores se 
sientan aburridos o piensen “no es tan bueno como imaginaba”. Después de
 todo, a lo largo de la historia vamos creando tensión, y es probable 
que los desenlaces no nos parezcan los apropiados. Pero, supongo que es 
el temor que enfrentan a diario las personas que escriben, y no soy solo
 yo la que de pronto siente que se ahoga en las múltiples posibilidades 
que existen. 
Al principio, se manifestaba como vergüenza de que 
me leyeran. Me agobiaba el hecho de que alguien me dijera que las 
palabras que ponía en el papel no eran tan buenas como yo pensaba. Eso 
me provocaba frustración, y al final acababa desechando ideas que, 
quizás trabajadas con paciencia, se hubiesen convertido en buenas 
historias. Luego, hice un trato justo con mi mal genio y comencé a 
escribir de forma más frecuente, manejé mi frustración y conseguí a mi 
“lectora ideal”, una amiga que con mucha paciencia ha leído un desorden 
de cosas que llevo escribiendo hace algo más de un año. 
Le tengo 
plena confianza al enviarle mis textos y ya no siento vergüenza con 
ella, muy por el contrario, hay ocasiones en las que temo defraudar las 
expectativas que ella ha ido poniendo en mí. Por eso, me esfuerzo a 
diario. Pero me aterra pensar un poco en el hecho de que lo que pueda 
llegar a escribir, no le resulte tan interesante a alguien más. Quiero 
ser leída y que los demás disfruten de esta forma en la que puedo 
expresarme libremente. 
Leyendo la entrada publicada por Helena la
 semana pasada, titulada “¿Para qué escribo?”, me surgieron algunos 
pensamientos que me gustaría compartir con ustedes por medio de este 
“artículo”, que he de confesar, es el primero que escribo para este 
blog. Originalmente me hice cargo del diseño, pero siempre le manifesté a
 Lilly mis intenciones de participar de forma más activa. Bueno, espero 
que esta sea la oportunidad. Y como ven, me acabo de desviar del tema 
que hacía referencia al artículo anterior. Espero que me perdonen, pero 
mi mente trabaja de una forma bastante aleatoria. 
Yo escribo 
porque para mí es una actividad necesaria. No aspiro a ser la mejor 
escritora del mundo, pero si me gustaría un día poder hacer feliz a un 
par de personas por medio de las palabras. Siento que es un favor que 
debo retribuirle a la vida. Pero, como bien sabemos, el camino es largo y
 muchas veces agobiante. Lleno de obstáculos que debemos ir eliminando. Y
 uno de esos obstáculos, es el temor. 
De muy niña me gustaba 
leer. Solo hace un par de años me di cuenta de que podía unir las 
palabras en frases que sonaban coherentes y pensé “¡Oh! Debería 
escribir”. Eso fue todo, como muchas otras actividades que me gustan, 
pero a las que no les dedico el tiempo que debería. Ese es mi defecto. 
Quizás por eso soy tan insegura con respecto a lo que hago, aun cuando 
hay gente a mí alrededor que lo aprecia, yo no puedo quitarme esa 
pequeña inseguridad. ¿Ustedes la han sentido? 
Amo escribir, y 
darle vida a aquellas historias que a cada momento invaden mi cabeza. 
Soy de aquellas personas que se la pasa observando cada detalle a su 
alrededor. Aunque no soy lo que se define como “normal”, yo amo vivir en
 aquel mundo en el que las reglas son las que yo misma impongo. Tampoco 
soy una rebelde. Por el contrario, soy bastante tranquila. A lo que me 
refiero, es que mi imaginación se mantiene activa a cada instante, 
creando ideas a partir de hechos increíblemente simples. No obstante, no
 me considero una escritora, porque hasta ahora no he terminado nada de 
lo que he empezado. Eso me trae a la mente algo que un conocido me dijo 
hace casi un año atrás, o quizás más, cuando mi hermano me regaló un 
bajo y aprendía a tocarlo. Esta persona me dijo que por el solo hecho de
 estar tocando el instrumento, y que las notas salieran, yo ya era una 
bajista. Esas palabras me dejaron muy feliz, y por un tiempo lo 
consideré así. Hasta que luego de unos meses abandoné el armónico sonido
 del bajo, por otra actividad que en ese momento me pareció un poco más 
interesante. 
Así que pensando en eso, por el solo hecho de poder 
darle vida a las palabras que provienen de mi mente, ya debo ser una 
escritora. Y por supuesto que ustedes también. 
Por eso, si 
sienten ese temor, o cualquier tipo de temor relacionado a la escritura,
 mi recomendación es que sean valientes y lo enfrenten. Cosa que yo 
acabo de hacer escribiendo este artículo. 
Si no le mostramos 
nuestro trabajo a alguien más por temor a lo qué dirán o por temor a 
defraudar sus expectativas, nunca sabremos a ciencia cierta cuál es el 
potencial que poseemos, ni qué es lo que debemos trabajar. 
Creo 
que en cuanto a la escritura, se debe invertir tiempo para lograr los 
objetivos que nos proponemos. No basta con tener las ideas. Si es 
necesario, debemos pasar muchas horas pensando con respecto a lo que 
queremos escribir. Y todo ese sacrificio merece ser leído por alguien 
más. Así que… ¡adiós temor! 
Constanza 

Es cierto, en el fondo subyace ese temor a no ser capaz de expresar aquellos que quieres decir, que está en tu interior pero que no sabes si vas a poder expresarlo. Y sobre todo. Miedo a no ser capaz de emocionar al lector.
ResponderEliminarMuchas veces también he sentido ese temor de no ser lo suficientemente bueno, así que me alegra no ser el único, que existan personas similares a mí en este blog; personas con la misma pasión y la misma necesidad de dar vida através del papel.
ResponderEliminar¡Saludos a la señora Lily, a Helena y a todos los seguidores de este maravilloso blog!
Gracias, le diste un poco de luz a mi vida... En este momento estoy muy desalentada porque no puedo concentrarme, pero lo que describiste me ha pasado. En especial la parte en la que dices que somos escritoras por el echo de plasmar las palabras. Sinceramente me has alegrado el día...
ResponderEliminarHola! Me gustó tu publicación.
ResponderEliminarEres muy clara al expresar tus ideas.
Yo siento temor a que lo que escribo no guste o no atraiga a los lectores. A veces tal vez sea porque somos muy exigentes con nosotros mismos...
Gracias por compartir tu sentir.
Saludos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe encanta como escribes, y estoy 100% deacuerdo contigo~
ResponderEliminar¿Sabes? analógicamente, es como si te encontraras en un teatro vacío, sola, sobre el escenario; tú y tus preciados pensamientos, nadie más.
Un mar de ideas que van y vienen dentro de tu cabeza, un mar de ideas que desean materializarse, deseo que obedece a una necesidad interna de ser 'escuchada'. Destaco esto porque el lenguaje escrito es algo que perdura, perdura en el tiempo, es decir, si abres esa puerta del teatro que se encuentra sellada por tus miedos, darás paso no a una sino a un sin fin de funciones para "El gran espectáculo de tu obra".
¿Qué puedes perder?
¡Animo!
Acabo de sentirme absolutamente identificada con una de las primeras frases de este artículo:
ResponderEliminar"Mi mayor temor (y creo que es el de muchas) es que al leer lo que escribimos, nuestros lectores se sientan aburridos o piensen “no es tan bueno como imaginaba”."
Estoy metida de lleno en una novela en que la mitad de la historia es un aprendizaje. Me asusta la idea de que se haga aburrido, lento o pesado.
Pero, oye, hay que seguir adelante, esforzarse por terminar y luego dejar que los lectores de confianza juzguen. Quién sabe, quizá estos miedos que tenemos casi todos los escritores en algún momento sean más producto de la propia inseguridad que ninguna otra cosa...