domingo, 12 de septiembre de 2010

CORIN TELLADO: LA DAMA DE LA NOVELA ROMANTICA

la dama de la novela romanticaLas novelas de Corin Tellado me acompañan desde niña.

Cada viernes después de la escuela, mis abuelos me llevaban a su casa en el campo. Pasaba el sábado y el domingo con ellos y con mis primos. Aunque yo me desperaba por volver a ver a mi caballo y salir a los campos vecinos a esperar la oportunidad de que los viejos peones me llamaran para ayudarlos en el arreo de las vacas, el recuerdo más intenso que me queda de aquella época es otro.

Tiene que ver con algo más íntimo.

En muchas ocasiones, cuando mi abuelo nos reunía para llevarnos al pueblo a hacer las compras , mi abuela salía corriendo de la casa, me hacía bajar de la camioneta y, en lugar de dejarme ir con mis primos, me obligaba a ponerme un delantal de cocina diciendo que necesitaba mi ayuda, que estaba demasiado vieja para hacer la comida para todos ella sola.

A mí no me molestaba que ella me enseñara a cocinar. Mi abuela era una gran cocinera y yo siempre buscaba imitarla en todo. Mientras esperábamos a que la cocina se caldeara lo suficiente para no congelarnos, mi abuela se paraba frente a la pequeña biblioteca de la sala y revisaba los títulos pasando un dedo sobre los lomos de los libros. Después me hacía sentar a su lado y me ponía un librito en la mano para que se lo leyera.

Yo tenía nueve años y me costaba mucho quedarme quieta durante más de cinco minutos. Insistía en ayudarla, pero ella no me dejaba ni siquiera lavar la verdura. Para convencerme, decía que leer en voz alta me ayudaría a soltar la lengua (de niña yo tartamudeaba y me daba verguenza hablar en clase).

Entonces comenzaba a moverse entre ollas y sartenes con la agilidad de un gato, siempre escuchándome atentamente. Y cuando llegaban las partes más serias, detenía la actividad para oír mejor.

Siempre era una historia de amor de Corin Tellado. A ella no le gustaba leer, pero le fascinaban las historias.

Pero no era por eso que mi abuela me hacía leer a Corin Tellado. Aunque no me lo dijera, yo sabía que esos libros le traían recuerdos de mi madre. Eran los libros de ella, de mi mamá, los que había traído a la casa a lo largo de su adolescencia y juventud.

Eran los libros por los que mi abuela solía regañarla; porque cuando se encerraba en su habitación a leerlos no quería salir ni para comer.

Mi abuela sabía que esos libros me pertenecían, que ahora eran míos. Y hacer que se los leyera mientras ella me preparaba la comida, era la mejor manera que había encontrado de transmitirme el legado de mi mamá.

Este pasaje pertenece al final de La indecisión de Leila, una de aquellas novelas que recuerdo haberle leído a mi abuela y que, estoy segura, mi mamá también habrá leído alguna vez... y disfrutado de aquella lectura tanto como yo.


La Indecisión de Leila (Fragmento)

Se detuvo tras él. Stephen fumaba con precipitación, como si algo le agitara desde muy hondo. Expelía el humo por boca y nariz, y sus facciones se perdían, confusas, entre las espirales.
—Stephen… —dijo bajísimo.
El quitó el cigarro de la boca y se quedó rígido. Do súbito, miró a un lado y a otro, buscando la voz. Pero no miró hacia atrás, temiendo tal vez que el eco de aquella voz lo despertara su propio deseo.
—Stephen…
—No… puede ser —dijo la voz ronca.
—Es, Stephen…, estoy aquí.
Aun no se volvió. Dijo con brusco acento:
—Si miro hacia atrás y no eres tú, si comprendo que es una ilusión de mis sentidos exaltados, voy a volverme loco.
Leila sintió una honda emoción en todo su ser. Le palpitaba en los pulsos y en las sienes con loco frenesí.
—Soy yo, Stephen. No es una ilusión.
—¡Cielos! —exclamó. : Y puesto en pie, la miraba como alucinado.
—Leila, princesa.
Ella le sonrió, aturdida. Estaba roja como la grana, y el túrgido seno oscilaba con súbita emoción.
—Stephen…, yo…
—No me digas nada —susurró Stephen, con voz diferente, una voz que ella reconocía. Aquella voz de antes, de cuando el no se parapetaba bajo su indómito orgullo—. Estás aquí, Leila, princesa. Aquí, donde yo ya había desistido de verte jamás. Aquí precisamente, donde aprendí a quererte. Donde traté de hacer de ti otra mujer más, y tu —pureza me lo impidió. Aquí donde te he querido, donde te añoró, donde lloré tu ausencia, donde me arrepentí.
—Cállate, Stephen…
Se callaba. La apresaba contra sí, la besaba. Y al besar sus labios y hallarlos, reconoció los labios cálidos, suaves, puros, de Leila, la muchacha que intentó derribar pisando su moral y, muy al contrario, le enseñó a él a ser un hombre de bien.
—Te quiero, Stephen —dijo ella muy bajo, alzando sus brazos y cruzando con su dogal el cuello masculino—. Déjame ser vulgar e ingenua, pero no te rías de mí. Tengo que decirte que te quiero. Que te quiero, Stephen, como nunca he querido a ser alguno…
—Ridícula, ingenua… —susurró con voz que parecía salir de lo más hondo—. Sublime tu ridiculez, fascinadora tu ingenuidad.
—Dime si tú me quieres, Stephen…
El la apartó de sí. La miró y eran sus ojos cegadores, y su boca parecía besar al decir:
—Como jamás creí que se pudiera querer en la vida. Como jamás…
—¡Stephen…!
—Princesa mía, Princesa de la pureza y de la verdad. Esa verdad que yo desconocía y que hallé en ti y la aprendí como el niño aprende su primera lección que no olvida nunca.
Y sus labios, al hablarle, se acercaban a los de Leila y ambos se reconocían y recordaban, pero ya no había dolor en el recuerdo, sino una gran esperanza hacia un futuro diáfano y puro como su amor.
"Los jueves de Leila" murieron aquel día. Y nacieron los días, todos los días de su vida, que serían, a no dudar, llenos de ventura y confianza.


Bueno, espero haber picado tu curiosidad para que (si no lo has hecho aún) vayas corriendo a buscar este clásico de la novela romántica española y mundial.

3 comentarios:

  1. He leido varios libros de esta autora y la verdad es que es un encanto :)

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  2. hola yo tengo 21 años y leo corin tellado desde que tenia 18 porque me insentivo mi tia que tiene 38. son hermosas las novelas. ese amor que transmitia a traves de sus paginas y muchas veces soñaba con tener un amor asi( aunque en esta epoca es un poquito dificil) . adoro sus libros, son un encanto . saludos

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  3. tengo 55 años leo a Corín Tellado desde los 14 años mi madre coleccionaba la revista vanidades y ahí me cautivo la lectura de la novela al inicio eran muy rosas después más atrevidas y siempre maravillosas.

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