Diana es una mujer encantadora. En el sentido más profundo de la palabra “encantadora”. Una encantadora de serpientes.
Tuve el placer de conocerla en una convención de lectoras en el parque Stern Grove, en la ciudad de San Francisco. Habló durante más de dos horas para un auditorio repleto. Simplemente nos resistíamos a dejarla ir.
Entre sus hazañas se cuenta la de haber logrado acercar el romance histórico y las historias de las Highlands al público masculino. Por cierto, sus escenas de batalla son inolvidables, relatadas con el mismo cuidado y emoción que si estuviera describiendo un encuentro íntimo entre dos amantes.
Si aún no la has escuchado, te recomiendo que te tomes un momento para disfrutar de los dos vídeos. Sus suaves maneras y la cadencia de su voz —¡y su sentido del humor!— son tan hipnóticas como su escritura.
Para aprender a escribir debía practicar. Y para practicar debía elegir un género literario. En aquella época leía novelas de misterio sin descanso. Podría haber intentado escribir misterio… excepto que esas novelas tienen una trama, y yo no sé hacer eso. (Risas) De acuerdo, me dije. ¿Con qué clase de libro me resultaría más fácil empezar a practicar? Entonces pensé en la novela histórica. Porque la ficción histórica no es otra cosa que una gran caja donde caben todos los géneros. Romance, misterio, drama, comedia, intriga política. Todo es posible, mientras puedas pintar el trasfondo histórico de un modo convincente. Y eso se consigue a fuerza de detalles. ¿Cómo dar entonces con detalles vívidos y verosímiles? Pues con mucha investigación. ¡Eso sí que podía hacerlo! Sé cómo comportarme en una biblioteca. (Risas) Es más fácil buscar las cosas que inventárselas una misma ¿verdad? (Más risas)
Muy bien, ya tenía el género. Lo siguiente era decidir en qué época ambientaría mi novela. Mis conocimientos de Historia eran muy generales: el Renacimiento italiano, la Guerra de Secesión… Vamos, los períodos históricos conocidos. Mientras pensaba en esto, por casualidad vi las reposiciones de esa vieja serie inglesa de la televisión pública llamada Dr Who. (Risas) Veo que muchos de ustedes están familiarizados con ella. Permítanme explicar, para aquellos que no la han visto, de qué se trata. Es una serie que lleva cuarenta años en el aire y cuya premisa es la siguiente: el doctor del título posee la facultad de viajar a través del tiempo, de manera que en cada episodio visita una época histórica diferente donde vive toda clase de aventuras. El episodio que yo estaba viendo transcurría en la Escocia del año 1745. De pronto aparece en escena un muchacho de unos dieciocho años vestido, como no podía ser de otra forma, con una falda escocesa. Y le ajustaba bastante... (Risas) Comencé a pensar seriamente en esto… (Más risas) ¿Por alguna parte había que comenzar, verdad? Realicé una búsqueda en el catálogo de la biblioteca universitaria y aparecieron más de treinta referencias sobre la Escocia del siglo XVIII. Lengua, vestimenta, costumbres, geografía… Todo me servía. Usualmente, mi único criterio de selección es: si es aburrido no lo quiero en mi libro. (Risas) Pero cuando una entra en esa jungla de datos es muy fácil enredarse y olvidar el propósito original de la investigación: escribir una novela.
Es vital que te sientes a escribir tu historia. El resto, aunque importante, es secundario. Cualquier error que cometas puedes arreglarlo más tarde, en las revisiones. De manera que puse manos a la obra. Escribí, escribí y escribí. El único obstáculo era que no tenía un plan, ni argumento, ni personajes. (Risas) Salvo algunas ideas un pelín obsesivas inspiradas en el hombre de las faldas. (Más risas)
El año pasado realicé una serie de presentaciones de mi libro en Alemania. Por supuesto, fui entrevistada una y otra vez por la prensa local.
Al cabo de esa semanana, me encuentro con este periodista de una importante revista literaria. Un hombre muy agradable y culto. Además había leído todos mis libros. Hablamos durante horas acerca de los personajes, las imágenes poéticas, la inspiración, la complejidad temática, todo muy interesante.
Pero hacia el final de la conversación me pregunta: “Diana, hay algo que me da muchísima curiosidad. ¿Podrías explicarme cuál es exactamente el encanto de un hombre con faldas?” (Risas) Podrán imaginar que me cogió con la guardia baja. Sin embargo, después de reflexionar unos instantes, le contesté: “Bueno, supongo que es la idea de que podría acorralarte contra una pared en menos de un minuto”. (Risas)
Un tiempo después me enviaron a casa un paquete con la revista donde aparecía el artículo de este periodista. En el sobre había una nota aparte. La firma era del editor de la revista y ponía: “No sé qué le has dicho a este hombre, pero creo que el pobre está completamente enamorado de ti”. (Aplausos)
Recursos:
Sitio oficial de Diana Gabaldon
viernes, 9 de abril de 2010
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