¿Quién era él para apresarme contra su cuerpo? ¿Quién era él para deslizar sus manos por la geografía de mi cuerpo, engarfiando sus manos en los montículos que formaban un valle por el que transcurrían regueros de besos? ¿Quién era él para sujetarme de aquella forma tan íntima, suspendiendo en el aire mi cordura y embalsándome en anhelos prohibidos? ¿Quién era él para recostarme contra su poderoso y fuerte cuerpo mientras nos fundíamos con las sombras y danzábamos al son de un violín encantado? ¿Quién era él para tratarme con tanto descaro y deseo, para multiplicar las mariposas de sus caricias en cada espejo de palacio? Quién era él era lo único que desconocía, y en realidad lo único que no importaba mientras su lengua bailaba sobre el firmamento de mi piel, mientras sus punzantes colmillos robaban estrellas escarlatas de sabor a sangre.

El amor flotaba en el aire, sonaba aquella canción.

Dejo la copa en la mesa, camino a su encuentro.

Se acerco, la tomo de la cintura y a su cuerpo la apretó. Sentía los espasmos que en ella genero. El buscaba sus labios, ella su corazón. Fue una gran pelea quien creen que gano? No se equivoquen porque al posar sus labios en los de ella, el le regalo su corazón.

Alicia sonrió, mientras pensaba en lo perfecto que encajaban sus dedos cuando se tomaban de la mano. Caminaron en silencio por el parque. Ella acarició la cicatriz que Peter prefería ignorar. Se besaron y comenzó a llover, las personas corrieron a buscar refugio, pero a ellos no les importaba mojarse. Unas lágrimas escaparon de los ojos de Alicia. Peter habló sobre cosas que ella no quería oír. Silencio. Peter le miró y ella respondió con un asentimiento. Sonrieron. Llovía con fuerza aquella tarde de mayo y dos jóvenes se abrazaban entre sollozos. Uno de ellos había intentado quitarse la vida hace algún tiempo, ahora solo quedaban cicatrices de ello. Alicia tenía heridas abiertas en su corazón. Deseaba cargar con parte del dolor para aminorar la carga de Peter. Ambos sabían que no sería fácil, era una carga pesada. Pero no podían arriesgarse a perder la segunda oportunidad de ser felices.

Amor, cada vez te vuelves más imposible. Es increíble lo opuestos que somos y lo perfectamente bien que nos complementaríamos. Ojala que algún día te enteres de que fuiste el motivo de mi amor, que soñé para que se cumpliera y por el cual luché hasta lo que pude. Perdóname por no haber tratado de mantener la llama viva y por haberme rendido demasiado pronto pero es que, éramos y somos imposibles y tenemos todos los impedimentos del mundo para ser uno. Espero me entiendas.

Le duele la piel por su ausencia. Meses sin verse. Todo pasó de la forma más tonta, ambos son unos cabezotas empeñándose en llevar la razón. Se mira en el retrovisor de nuevo, pálido y desencajado, las pecas que detesta parecen más vividas que nunca.  «Está bien», piensa, «tú ganas, soy incapaz de estar otro día sin ti.»

Conoce el lugar, así que sabe donde sentarse y esperarle, le late el corazón con tanta fuerza que le duele. Entonces le descubre, es extraño el modo en que su cuerpo ha reaccionado siempre ante su presencia, como si hubiese una fuerza invisible, que tirase de sus huesos ordenándole acercársele. Mirarle a los ojos es una herida, tocarle, tocarle al fin, la única cura posible. Se aprietan en un abrazo mudo, no hay palabras, nunca les hicieron falta. Solo hay manos inquietas que se comunican con la más intima de las cadencias.

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