Cada vez más a menudo, las escenas de violencia y combate se cuelan en la novela romántica. Quizás porque son las únicas escenas que pueden equipararse en intensidad a una escena de pasión amorosa. Muchos clímax de novela no son más que una gran batalla que decide el destino de los protagonistas, quienes están unidos no solo por sentimientos individuales de amor profundo, sino además por una causa más amplia que puede comprometer la suerte de naciones enteras. Estas escenas también suelen utilizarse para marcar los puntos de giro que dividen la novela en sus diferentes actos.
Describir batallas, entonces, es un asunto que concierne a la escritora de romántica mucho más de lo que podría parecer a primera vista.
Diana Gabaldon, una verdadera experta en campos de guerra del siglo XVIII escocés, opina que es natural que las escenas de batalla llamen tanto nuestra atención, ya que las mujeres estamos preparadas genéticamente para ver luchar a los hombres por el privilegio de engendrar a nuestros bebés. Desde siempre hemos estado pendientes de esas luchas, por su relación directa con las cuestiones familiares.
Narrar una batalla nunca es fácil. Por algo Tolstoi, el autor de Guerra y paz y quizás el escritor ruso más grande de todos los tiempos, las evitaba cuanto podía, incluso cuando eran el leitmotif de sus argumentos.
Existen, sin embargo, técnicas particulares que nos permiten recrear el ambiente de una batalla de manera vívida.
Diana Gabaldon comparte algunas de ellas con nosotras:
“La clave de una buena escena de batalla es el punto de vista. Evita la vista panorámica. Es un error común describir la acción a vuelo de pájaro o ir saltando de personaje en personaje. No intentes cubrirlo todo. En cambio, escoge un personaje y sitúate en su cuerpo a lo largo de la batalla. Por ejemplo, si estás relatando el choque entre dos ejércitos de soldados, la elección más obvia sería narrarlo desde el punto de vista de un oficial. Pero en una batalla también hay ayudantes de campo, personal técnico, cocineros, encargados de documentar el combate, incluso algunas mujeres. Y depende de quien se trate, diferirán las reacciones frente a una misma situación de violencia.
Una escena de acción necesita de verbos. Disparó, corrió, asestó, gritó. Verbos activos. Los adjetivos y adverbios estorban. Así que limítalos al mínimo necesario y procura que sean simples. Prefiere oraciones y párrafos breves; acción es sinónimo de velocidad. Las introspecciones aquí tampoco ayudan. No querrás poner a tu personaje a reflexionar sobre la vida mientras las balas zumban junto a su cabeza.
Ten en cuenta qué tipo de armas le das a tu personaje. No es lo mismo, por ejemplo, un oficial de artillería que un soldado a caballo. El artillero está obligado a permanecer en un punto fijo junto a su arma mientras que un hombre a caballo debe cargar sin descanso contra los enemigos en el frente de combate.
No te detengas a comentar cuestiones de táctica o movimientos de tropas o número de bajas. Tu lector no puede distraerse con cálculos en plena batalla. Déjalo para después. Mantén el foco puesto únicamente en lo que experimenta tu personaje a nivel físico. Muestra cómo el miedo, el valor, la pena o cualquier otra emoción impactan en su cuerpo. Describe los efectos antes que las causas.”
Algunos ejemplos
—¡Fuego! —Jamie disparó, y el humo de la pólvora se mezcló con la niebla.
Los cañones se habían alineado mejor y hablaban uno tras otro, y él sintió
que la onda expansiva lo empujaba, sintió que el disparo lo había atravesado. La mayoría de los que estaban en el puente habían caído al agua, otros se extendieron cuan largos eran sobre los soportes, tratando de avanzar a rastras, pero eran alcanzados por los mosquetes, que cada hombre disparaba a voluntad desde su reducto.
(…)
Jamie avistó a Allan McDonald, el mando de Flora, pálido, contemplando a la muchedumbre en la orilla. El mayor McDonald luchaba para mantenerse de pie en el agua. Había perdido la peluca y se le veía la cabeza descubierta y herida, con la sangre cayéndole sobre la cara. Tenía los dientes apretados, aunque no había forma de decir si era de dolor o ferocidad. Otro disparo lo alcanzó y él cayó, salpicando agua… pero volvió a levantarse, muy lentamente, y luego se lanzó hacia adelante, a una zona donde el agua era demasiado profunda para mantenerse en pie. Aun así, se levantó una vez más, dando frenéticos manotazos, rociando sangre desde su boca destruida, en un esfuerzo por respirar.
(…)
«Hazlo tú, muchacho», dijo la voz desapasionada. Él levantó el rifle y le acertó limpiamente en la garganta a McDonald, que cayó hacia atrás y se sumergió de inmediato.
la narración se concentra en la muerte de un solo hombre, el mayor McDonald,
a manos de Jamie, por simbolizar para él su propio pasado.
Algo muy importante en cualquier descripción es aprender a encontrar el detalle
revelador; aquél capaz de condensar la totalidad de una situación en una imagen
concreta. La sola descripción de ese general altivo perdiendo la peluca en el río basta para transmitir la derrota de un ejército entero.
Debido a la proximidad, el estallido del trabuco fue estremecedor. Tomó por sorpresa a los atacantes, en especial al que recibió la bala. El hombre quedó inmóvil un momento y luego sacudió la ca¬beza, confundido. Lentamente, se sentó y cayó hacia atrás para rodar hasta las tenues brasas del fuego. Aprovechando la confusión, Jamie quitó de un golpe la espada a otro atacante. Dougal ya estaba de pie otra vez y Jamie se apartó para dejarle espacio para luchar. Uno de los asaltantes abandonó la pelea y corrió a sacar a su compañero de las cenizas calientes. Sin embargo, todavía quedaban tres enemigos y Dougal estaba herido. Pude divisar las gotas oscuras que salpicaban la roca cuando movía la espada. Ya estaban lo suficientemente cerca y alcancé a ver el rostro de Jamie, tranquilo y concentrado, absorto en la emoción de la batalla. De pronto, Dougal le gritó algo. Jamie quitó la vista del rostro de su contrincante por un segundo y miró hacia abajo. Levantó la mirada justo a tiempo para esquivar la hoja de la espada contraria, saltó a un lado y arrojó su espada. Su adversario contempló asombrado la espada clavada en su pierna. Tocó el filo con algo de estupor. Entonces, cogió la hoja con firmeza y tiró de ella.
Repasemos: punto de vista cerrado, verbos activos, oraciones breves, emoción reflejada en el cuerpo, descripción de los efectos… Es evidente que Diana nunca pisa un campo de batalla sin llevar consigo sus armas preferidas. Todas ellas magistralmente puestas al servicio de la narración para transmitir de manera vívida la experiencia de un combate cuerpo a cuerpo.
Unos consejos finales
No olvides nunca que en el fragor del combate todo parece suceder al mismo tiempo, y que nuestros personajes se juegan la vida en cada una de sus decisiones. Una técnica muy efectiva para reflejar estados de confusión es la yuxtaposición de oraciones interrumpidas. En la convención gráfica anglosajona, estos cortes se representan con rayas [—]. En español, lo habitual es indicarlos con puntos suspensivos. Sin embargo, en una obra de ficción nada nos impide experimentar con la puntuación, los espacios en blanco y otros signos gráficos. También es buena idea saltar sin aviso del pretérito al presente del indicativo, el presente de las acciones, para incrementar la sensación general de urgencia y peligro.
Éste ha sido apenas un acercamiento al difícil tema de la narración de escenas de acción. Siempre es recomendable acudir a lo que un experto del oficio pueda enseñarnos; y Diana es, sin duda, una autoridad en la materia.
Así que ya sabes, apronta tus armas para el próximo combate que debas narrar. Prueba a afilar tus verbos y sacarle punta a tus párrafos. Y aunque en el campo de batalla nadie tiene la victoria garantizada, sin duda estarás mejor equipada para enfrentar (y conquistar) a tu lector.